viernes, 8 de marzo de 2013

Seppuku




Nunca quise hacerte daño. ¿Cómo puedo convencerte? Guardo en mi corazón todo un catálogo de sentidos del que tú, mi vida, mi diosa, has sido siempre la actriz protagonista: La imagen de los primeros días, de tu corta melena pelirroja, de tus dulces ojos verdes, huidizos, tratando de negar lo nuestro. El sabor de ese primer beso en los lavabos, asustada, de esa copa a medias cuyo contenido vibraba al ritmo de la música que atronaba en el tugurio. El olor de tu sudor excitado, de tu colonia de adolescente rebelde, del chicle que masticabas cuando, nerviosa, mirabas alrededor en busca de tus padres. El tacto de tu piel, de tus cabellos, de las medias que vestiste para mí aquella, nuestra primera vez... Todo ello, siempre tú, ha estado presente en lo más hondo de mi alma desde el día en que te conocí.
Lo nuestro nunca fue sencillo, eran otros tiempos. El amor entre mujeres se reservaba en exclusiva a las letras de Nacho Cano y a las películas para adultos. La sociedad no estaba preparada para nuestros sentimientos, mujer contra mujer, no vestíamos bikinis ni luchábamos en el barro. Tampoco nos importó: Las críticas de tus padres, las miradas altaneras de tu hermana y, sí, los comentarios ácidos de mi familia no acabaron con lo nuestro. Dos contra el mundo, rebeldes sin causa de un amor apasionado sin nombre ni etiqueta, sólo amor; nos empeñamos en no dejar que la incomprensión nos hundiera. Con el metal de sus lenguas afiladas forjamos esa escalera que, peldaño a peldaño, acabó llevándonos hasta un altar que nunca, ni en nuestros sueños más locos, creímos posible.
Fueron años duros, con sus luces y sus sombras, sus buenos momentos y sus pesadillas, plagados de despertares amorosos y de sudores fríos en la noche.
Y nunca, ni un sólo minuto, fui capaz de dejar de amarte. Por lo que eras, por lo que había sido, por lo que fuiste y por todo aquello en lo que, sin duda, llegarías a ser. Es fácil enamorar a una persona convirtiéndote en todo aquello que ésta siempre ha soñado, pero cuando consigues que una persona te ame por ser, tan sólo, como eres... Entonces ni la lluvia ni el infinito pueden extinguir su esencia.
Aunque ni siquiera ahora lo creas.
El resto ya lo sabes: nuestra boda, el nacimiento de la pequeña Helena, el funeral de tu padre... Estábamos preparadas para todo.
O casi todo.
La crisis, la maldita crisis, acabó con nuestra vida de ensueño, con nuestra casita de papel en lo alto de la colina del imposible. Un estudio de veinte metros y facturas por pagar en la encimera. Palabras agrias, malos gestos, esa luz oscura que brillaba en tus ojos apagados por el sueño y los miedos cuando me mirabas pensando que no podía verte... Y la pregunta, esa pregunta que no parabas de hacerme y que, poco a poco, sin darte cuenta, me estaba matando por dentro: “¿Aún me amas?” Respondía, siempre te respondía, pero tú hacías oídos sordos a mi respuesta y preferías escuchar a ese tiempo que por nosotras había pasado, a las arrugas que enmarcaban esos ojos verdes que día tras día se apagaban un poco más, a la flacidez de esos brazos otrora firmes, a los estragos del paso de una edad que, a pesar de tus temores, no hicieron en mí sino el quererte aún más.
Aunque seguiste sin creerlo.
Fue entonces cuando lo conocí a él. Sí, Él, yo también me sorprendí al principio. Podría decirte que fue todo una casualidad, una broma del destino, un azar... Pero no quiero mentirte. No a estas alturas: Fui yo quien entró en ese foro sabiendo dónde me metía. Fui yo la que, llevada por una desesperación infinita, buscó su nombre y preguntó por él. Y fui yo, en definitiva, quien escribió nuestro primer saludo.
Al principio pensé que sería cosa de una noche, un visto y no visto, pero él dijo que tendríamos que conocernos primero, “hacer las cosas bien, poco a poco”.
Y yo acepté.
Una cena espontánea, varias copas en el bar de moda, un café a media tarde, baile... Y mientras, yo, mintiéndote, inventando mil excusas para que no supieras encontrarme, ocultando con vaguedades el olor a alcohol de madrugada y el perfume masculino que se me pegaba a la ropa como un invitado indeseable.
Como si fueras idiota.
Ayer te escuché llorando en el baño y algo se rompió dentro de mí.
Es por eso, sólo por eso, que esta noche he vuelto a quedar con él.
Por última vez.
Iremos a cenar a un buen restaurante, ¿por qué no? Y luego tomaremos unas copas, lo ideal para preparar el ambiente. Nada como el grado exacto de alcohol en sangre para dar punto final a esta locura. Luego subiremos al coche, su coche, y buscaremos un sitio tranquilo. El puente nuevo, aún en obras, parece el lugar perfecto. Nos pondremos cómodos, hablaremos, y cuando ya esté todo dicho, por fin, lo haremos.
Cuando el coche salga despedido sobre los pilares del puente nuevo, cuando se hunda poco a poco y yo sea incapaz de abrir el cierre del cinturón de seguridad; mientras las aguas de la bahía amenazan con tragarme para siempre y él abandona el coche, tal y como hemos acordado... Pensaré en ti. En el dinero del seguro con el que, por fin, podré daros ti y a nuestra pequeña Helena todo aquello que en vida fui incapaz de ofreceros.
¿Me odiarás? Podré morir con ello. Lo que no podría, ni en sueños, es seguir viviendo así.

Rafa del Río

7 comentarios:

  1. Siento ser tan escueta en los comentarios, hacia tiempo que no leía algo así de ti. Me ha gustado mucho.

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  2. Muchas gracias, Aydita, la verdad es que sí, un poquito más oscuro de lo que suelo escribir, pro me apetecía cambiar de registro... A ver si esta semana vuelvo con algo más divertido cuando acabe las correcciones. Un beso!

    Me alegra que te guste, Hellen... o de que se te haya hecho largo, jajajaja. Un beso para ti también, milady ^^

    No te preocupes, Shei, estás, que ya es mucho. Buen inicio de semana y un abrazo de ánimo, niña.

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  3. Uff Rafa, no sé, me parece muy desalentador... me ha dejado cierto sabor amargo.. será también q no estoy yo de ánimos. Un besote

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    1. Hola, Rocío. Sep, es desalentador, pro eso no es lo importante, lo importante es que no estés de ánimos. Un fuerte abrazo y, nunca mejor dicho, ánimo, recuerda que hasta los días más oscuros acaban por clarear en algún momento.

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    2. Pufff me ha borrado todo el comentario!! Bueno, en resúmen, q sí me sirve ypor ello te doy las gracias. Un besote

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