Nunca quise hacerte daño. ¿Cómo
puedo convencerte? Guardo en mi corazón todo un catálogo de
sentidos del que tú, mi vida, mi diosa, has sido siempre la actriz
protagonista: La imagen de los primeros días, de tu corta melena
pelirroja, de tus dulces ojos verdes, huidizos, tratando de negar lo
nuestro. El sabor de ese primer beso en los lavabos, asustada, de esa
copa a medias cuyo contenido vibraba al ritmo de la música que
atronaba en el tugurio. El olor de tu sudor excitado, de tu colonia
de adolescente rebelde, del chicle que masticabas cuando, nerviosa,
mirabas alrededor en busca de tus padres. El tacto de tu piel, de tus
cabellos, de las medias que vestiste para mí aquella, nuestra
primera vez... Todo ello, siempre tú, ha estado presente en lo más
hondo de mi alma desde el día en que te conocí.
Lo nuestro nunca fue sencillo,
eran otros tiempos. El amor entre mujeres se reservaba en exclusiva a
las letras de Nacho Cano y a las películas para adultos. La sociedad
no estaba preparada para nuestros sentimientos, mujer contra mujer, no vestíamos bikinis ni luchábamos en el barro. Tampoco nos
importó: Las críticas de tus padres, las miradas altaneras de tu
hermana y, sí, los comentarios ácidos de mi familia no acabaron con
lo nuestro. Dos contra el mundo, rebeldes sin causa de un amor
apasionado sin nombre ni etiqueta, sólo amor; nos empeñamos en no
dejar que la incomprensión nos hundiera. Con el metal de sus lenguas
afiladas forjamos esa escalera que, peldaño a peldaño, acabó
llevándonos hasta un altar que nunca, ni en nuestros sueños más
locos, creímos posible.
Fueron años duros, con sus
luces y sus sombras, sus buenos momentos y sus pesadillas, plagados
de despertares amorosos y de sudores fríos en la noche.
Y nunca, ni un sólo minuto, fui
capaz de dejar de amarte. Por lo que eras, por lo que había sido,
por lo que fuiste y por todo aquello en lo que, sin duda, llegarías
a ser. Es fácil enamorar a una persona convirtiéndote en todo
aquello que ésta siempre ha soñado, pero cuando consigues que una
persona te ame por ser, tan sólo, como eres... Entonces ni la lluvia
ni el infinito pueden extinguir su esencia.
Aunque ni siquiera ahora lo
creas.
El resto ya lo sabes: nuestra
boda, el nacimiento de la pequeña Helena, el funeral de tu padre...
Estábamos preparadas para todo.
O casi todo.
La crisis, la maldita crisis,
acabó con nuestra vida de ensueño, con nuestra casita de papel en
lo alto de la colina del imposible. Un estudio de veinte metros y
facturas por pagar en la encimera. Palabras agrias, malos gestos, esa
luz oscura que brillaba en tus ojos apagados por el sueño y los
miedos cuando me mirabas pensando que no podía verte... Y la
pregunta, esa pregunta que no parabas de hacerme y que, poco a poco,
sin darte cuenta, me estaba matando por dentro: “¿Aún me amas?”
Respondía, siempre te respondía, pero tú hacías oídos sordos a
mi respuesta y preferías escuchar a ese tiempo que por nosotras
había pasado, a las arrugas que enmarcaban esos ojos verdes que día
tras día se apagaban un poco más, a la flacidez de esos brazos
otrora firmes, a los estragos del paso de una edad que, a pesar de
tus temores, no hicieron en mí sino el quererte aún más.
Aunque seguiste sin creerlo.
Fue entonces cuando lo conocí a
él. Sí, Él, yo también me sorprendí al principio. Podría
decirte que fue todo una casualidad, una broma del destino, un
azar... Pero no quiero mentirte. No a estas alturas: Fui yo quien
entró en ese foro sabiendo dónde me metía. Fui yo la que, llevada
por una desesperación infinita, buscó su nombre y preguntó por él.
Y fui yo, en definitiva, quien escribió nuestro primer saludo.
Al principio pensé que sería
cosa de una noche, un visto y no visto, pero él dijo que tendríamos
que conocernos primero, “hacer las cosas bien, poco a poco”.
Y yo acepté.
Una cena espontánea, varias
copas en el bar de moda, un café a media tarde, baile... Y mientras,
yo, mintiéndote, inventando mil excusas para que no supieras
encontrarme, ocultando con vaguedades el olor a alcohol de madrugada
y el perfume masculino que se me pegaba a la ropa como un invitado
indeseable.
Como si fueras idiota.
Ayer te escuché llorando en el
baño y algo se rompió dentro de mí.
Es por eso, sólo por eso, que
esta noche he vuelto a quedar con él.
Por última vez.
Iremos a cenar a un buen
restaurante, ¿por qué no? Y luego tomaremos unas copas, lo ideal
para preparar el ambiente. Nada como el grado exacto de alcohol en
sangre para dar punto final a esta locura. Luego subiremos al coche,
su coche, y buscaremos un sitio tranquilo. El puente nuevo, aún en
obras, parece el lugar perfecto. Nos pondremos cómodos, hablaremos,
y cuando ya esté todo dicho, por fin, lo haremos.
Cuando el coche salga despedido
sobre los pilares del puente nuevo, cuando se hunda poco a poco y yo
sea incapaz de abrir el cierre del cinturón de seguridad; mientras
las aguas de la bahía amenazan con tragarme para siempre y él
abandona el coche, tal y como hemos acordado... Pensaré en ti. En el
dinero del seguro con el que, por fin, podré daros ti y a nuestra
pequeña Helena todo aquello que en vida fui incapaz de ofreceros.
¿Me odiarás? Podré morir con
ello. Lo que no podría, ni en sueños, es seguir viviendo así.
Rafa del Río
Que texto tan intenso! besos
ResponderEliminarTremendo... tremendísimo! Besotes
ResponderEliminarSiento ser tan escueta en los comentarios, hacia tiempo que no leía algo así de ti. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarMuchas gracias, Aydita, la verdad es que sí, un poquito más oscuro de lo que suelo escribir, pro me apetecía cambiar de registro... A ver si esta semana vuelvo con algo más divertido cuando acabe las correcciones. Un beso!
ResponderEliminarMe alegra que te guste, Hellen... o de que se te haya hecho largo, jajajaja. Un beso para ti también, milady ^^
No te preocupes, Shei, estás, que ya es mucho. Buen inicio de semana y un abrazo de ánimo, niña.
Uff Rafa, no sé, me parece muy desalentador... me ha dejado cierto sabor amargo.. será también q no estoy yo de ánimos. Un besote
ResponderEliminarHola, Rocío. Sep, es desalentador, pro eso no es lo importante, lo importante es que no estés de ánimos. Un fuerte abrazo y, nunca mejor dicho, ánimo, recuerda que hasta los días más oscuros acaban por clarear en algún momento.
EliminarPufff me ha borrado todo el comentario!! Bueno, en resúmen, q sí me sirve ypor ello te doy las gracias. Un besote
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