miércoles, 5 de junio de 2013

¿Para qué?



Das un sorbo al café, hoy de los instantáneos del Día, aunque no haya invitados al café bueno. La cosa aprieta y toca respirar un poco. Guardas los últimos documentos y te preparas para darle a esa pestaña tan vestida de esperanzas como de mentiras.
Enviar.
Y te reclinas en un sillón que, ahora que lo ves en perspectiva, habría sido mejor no comprar. Decides que el cigarrillo que lleva apagado en tus labios desde las ocho y cuarto se merece un poco de lumbre, plan de ahorro de los cojones. Piensas en la casa que hay que limpiar mientras en la cocina el potaje baratito se cuece a fuego lento junto a los huevos bien limpios, todo en uno. Otra factura del gas como la del mes pasado y ya podemos empezar a pensar en echarnos al monte.
De coña.
Envías los documentos, maldices a las siete furias, vuelves a tomar un trago de ese café que sabe a achicoria y a entrepierna de mono y dejas el cigarrillo apagado sobre el escritorio. Decides que los próximos cinco minutos vas a ser egoísta, que los próximos cinco minutos sólo te vas a preocupar de lo que realmente importa. Y por eso te levantas y coges en vilo a tu hija. Ambos sonreís mientras cambias los pañales.

Rafa del Río.