sábado, 30 de abril de 2011

Las galletas más chuchurrías de la web (o La magia de mi horno es una mierda)

Hoy ha sido domingo casero, aunque sea sábado: chapuzas en casa de cara a la lluvia, lomito a la sal con papas al horno (qué bueno estaba, por Dios), horita jugando a la consola y, por supuesto, película Disney (estoy de un ñoño que mato).
 Y como esto pintaba bien, hemos decidido hacer unas galletitas al horno por aquello de la tradición, aunque claro:
1.- Nunca he hecho cookies.
2.- No tengo balanza casera.
3.- Cada taza es de su padre y de su madre
y...
4.- Se me ha ido la olla.
El resultado han sido la galletas más manguis, chuchurrías y decepcionantes de toda la web, aunque eso sí, aunque sean más feas que pegarle a un padre con un calcetín sucio en Navidad, están deliciosas.
Primer paso, no tiene mala pinta...
La tostadora, que sé que os gusta...

Segundo, con los chips y tal... podría quedar bien.

Esta foto me recuerda al capítulo de Padre de Familia
de Triki, el monstruo de las galletas...

  Y finalmente, el desastre, las galletas más chungas del planeta sólo aquí, en literal espejo:
No os preocupéis porque se estén pegando:
En el fondo se aman con locura...

Desde aquí gracias a Wayaiu –no soy digno de tus recetas, maestra, aunque conste que lo he intentado (metí poca harina, para la próxima saldrán bien)–, y para Shei y para Marta. Creo que la próxima vez que quedéis para hacer galletas voy a tener que apuntarme para que me deis clases. Está visto que lo mío son las recetas saladas, snif snif, acabo de perder mi oportunidad de ser la Jackie Kennedy de la semana.
Eso sí, el lomo y las papas me han salido que daba gusto verlos.

Un abrazo y buen finde! (otra vez)

viernes, 29 de abril de 2011

Ryudo, la senda del dragón (va de tatus)

   Ya desde muy pequeñito (pero desde muy pequeñito, oiga) siempre fui un poco tirando a macarrilla. Con doce años tenía dos amigos, más amigos eran hermanos, Gonso y Suso, dos cabroncetes (tres conmigo) con los que descubrí todo lo que la vida tenía por ofrecerme o, como dice Tony Montana (Al Paccino) en Scarface: el mundo y todo lo que en él habita. Nos pegábamos, tomábamos copas, hablábamos con niñas no convenientes... Bueno, seguro que os hacéis una idea: En defínitiva no éramos más que el resultado de la literatura de Susan E. Hinton (Rebeldes, La Ley de la Calle, Educando al Campeón...) del cine de los ochenta y los noventa y de la música de Sex Pistols, los Ramones, Elvis Presley, Kenny Rogers, Willie Nelson, Ella Fitzgerald y los Iron Maiden. ¿Se os ocurre una mezcla mejor?

   Obviamente tanto caos de tendencias no había de ser bueno y dio resultado cosas como la foto de abajo:
 
 
  Que sí, parece ser que soy yo, con catorce añitos y montado en Yoli, la moto del Suso. Y por cierto, antes de que nadie diga ninguna chorrada acerca del águila y la bandera sureña, mi amigo era (y sigue siendo, es de cajón) mulato.
Pues eso.
  No hay más que ver la foto para imaginar que, por esa época, yo ya estaba muerto de ganas de tener todas esas cosas que los padres definen como pesadillas: un pendiente en la oreja (en mis tiempos era el único sitio en el que los tíos llevaban el pendiente) una barba de tres días, melena y, por supuesto, por supuestísimo, un tatuaje.
  Lamentablemente mi padre, una de las pocas personas a las que respeto de verdad en este mundo, no quería ni oír hablar de todas esas "pamplinas", así que, como a pesar de todo ese rollo de Rebeldes uno cumplía con lo que le decían los viejos, tuve que esperar, y mucho, para poder tener toooodas esas cosas.

  La barba vino pronto, a los 24, cuando me puse gordo como una mula (una mula gorda) y no quería que nadie me reconociera por la calle. Pondría aquí una foto, pero pesa demasiado (¿pilláis el sagaz juego de palabras?) 

  El pendiente vino ya talludito, pasados los 26 o 27, después de adelgazar y viviendo ya con Eva en Ciudad Real: un arito discreto o una cruz, que uno ya no está para ser portada del Los más buscados.

  Lo de la melena tuvimos que olvidarlo. Me habría gustado pero hay veces en la que un calvo debe saber ceder y retirarse.

  Finalmente vino el tatu, pasados ya los treinta.
  Y, como dicen los "Amo a laura": Mereció la pena esperar.
¡¡Tachán!!

  ¿Y por qué mereció la pensa esperar, os preguntaréis, pues porque gracias a esa espera supe, sin lugar a dudas, lo que quería tatuarme. Pero espera, que me estoy adelantando, vayamos por partes.

  Un tatuaje es algo muy importante, no es una pamplina que puedas hacerte a la ligera. Tienes que pensar que va a estar toda la vida sobre tu piel (sí, ninguna técninca lo borra del todo) y por eso es interesante esperar y estar MUY SEGURO de lo que te quieres hacer.
 Unas reglillas:
1.- Lo primero es no tatuarte nunca, NUNCA el nombre de tu novia, tu primo, tu mejor amigo o tu marido. ¿Por qué? Porque nunca se sabe lo que puede pasar. El nombre de los hijos sí, porque siempre serán tus hijos, pase lo que pase y hagan lo que hagan. El resto... No merece la pena.
2.- Lo segundo, no te tatues nunca por el capricho de otra persona que no seas tú, y tampoco te taues algo que tenga significado para otra persona que no seas tú. Sí, es de cajón, pero si yo os contara...

3.- Elige algo que siempre significará algo para ti. No te tatues conejitos de playboy, marcas de moda, personajes de pelis del mes pasado ni chorradas semejantes porque, con el tiempo, fijo que te arrepientes.
4.- Y por último, no te tatues hasta que estás al cien por cien seguro de que quieres llevar tu cuerpo pintado durante el resto de tu vida, sobre todo piensa en tus trabajos futuros y el problema que ese tatuaje puede significar a la hora de que te contraten. Por ejemplo, a mí me encantaría tatuarme la espalda entera en plan yakuza, es un sueño que tengo desde chico, pero hata que no tenga la vida COMPLETAMENTE resuelta, no lo haré ni de coña.
Pues eso.

  El caso es que, como uno es muy coherente con uno mismo, esperé a hacerme el tatuaje a noviembre del año 2oo9, ocasión en la que, completamente convencido de lo que quería, acepté hacerme un tatu con Eva. Ella se tatuó the swallow, un diseño original de Sailor Larry, uno de los tatuadores más famosos de la vieja escuela norteamericana, consiste en una golondrina roja y negra que se identifica con la familia y la lealtad, puesto que es un pájaro que, año tras año, siempre vuelve a su hogar y comparte una única pareja en toda su vida.
Yo, por mi parte, opté por un tatuaje clásico de la escuela oriental: un kiryu o dragón japonés de la energía, de diseño personalizado para la ocasión (¿Qué? No me gusta repetir modelito). El por qué elegí un dragón es algo fácil de explicar: En primer lugar mi apellido es del Río (Kawano), Ryo es el kanji (ideograma japonés) que simboliza al dragón, que a su vez se identifica con el curso de un río. Los dragones me han fascinado desde pequeño: son grandes, inteligentes y poderosos, y para colmo protegen a los suyos a toda costa, virtud con la que me gusta pensar que me siento identificado. Por último, el dragón es el símbolo de los ancestros en la cultura tradicional china, y bueno,,, cualquiera que haya leído más de tres entradas habrá apreciado lo unido que me siento a mis abuelos.

Así que, elgido el tatuaje, convencidos de que no incumplíamos ninguna de las normas y tras elegir un artista a la medida de nuestras expectativas (Luka, artista invitado ese mes en Tatto Palace, Amsterdam), cogimos a nuestros amigos, Patry y Danny y nos fuimos para Holanda como quien se va al bar de abajo a ver el fútbol (bueno, vale, no. El viaje llevaba un tiempo preparado).




 Luka liado con mi jamoncillo, siete horas que duró el puñetero.
Y sí, duele, especialmente a partir de la quinta hora seguida.
Y sí, merece la pena. En serio.

  El caso es que, después de casi siete horas sentado en la camilla (en serio, hacedlo en sesiones de cuatro horas, no más: A partir de la cuarta hora pica, a partir de la quinta duele y la última hora es un suplicio), con la pierna rígida por la postura y dolorida por la quemazón, con mis amigos descojonados, que habían estado animándome desde la calle enfrente de la ventanilla, me miré el tatuaje y me sentí feliz.
 
  Feliz porque tenía algo que me gustaba, feliz porque ese algo me acompañará siempre, allá donde vaya; y, finalmente, feliz porque cada vez que me entran ganas de perder el norte y olvidar lo realmente importante en esta vida no tengo más que mirar a mi kiryu para recordar el rostro de las personas a las que quiero, las que de verdad importan. Y eso, por redundante que suene, me hace feliz



...A pesar de las siete horas.


Aquí os presento a mi dragoncete

  Y como soy un hombre de palabra, mi dragón me acompañó a todos sitios. Primero a la puerta del propio Tatto palace, donde se integró con otros dragones:



 Al Kentucky. Sean fried chicken o no lo sean, qué buenos están esos cubos, por Dios:


A Volldenpark. No, no penséis mal, es un cigarrillo de liar. Y sí, está, en palabras de King Ferrys (otro maestro tatuador) Fucking Red. Es lo que pasa cuando le haces caso a la gente que no tiene ni puta idea y tratas tu tatuaje con vaselina. Para la siguiente, que sepáis que hay que ponerle bepantol.


   Al WaterHole, el mejor garito del mundo.


  A nuestra boda...

 A la fiesta de después de la boda (no os perdáis el detalle de los calcetines "Kike" de los moros... se puede ser más cutre?)

 A Time Square....

 Y a Wall street, la zona cero y Conie Island




  Sólo que en estos sitios no le hice fotos porque estaba haciendo el gamba:


  Por cierto, dato curioso: las gaviotas en Conie Island tienen su propio aparcamiento...


  Y si no estais de acuerdo con los tatus... bueno, pensad que estos dos de aquí abajo NO están tatuados (en qué estaría pensando el que los empaquetó en esa postura? que son juguetes para niños, por Dios... Cualquiera diría que los habían puesto enfrente del stand de las Barbies, jejeje)

  Y eso es todo. Perdón por la rallada y pasad un buen fin de semana ^^.

jueves, 28 de abril de 2011

Y otro relato más: Shupitos de sangre, idas de olla de una vampira

  Y seguimos de relatos. Continúo con el tiempo racionado con cuentagotas pero había prometido relato cómico. Así que, para que Sonia no me acuse de romper las promesas y aprovechando que ya está registrado y el cosecha eñe de este año permite que los relatos salgan en web mientras no estén editados en papel, os pongo uno de los que mandé a dicho concurso. Como gran fan de la saga de los vampiros de San francisco de Christopher Moore no puedo menos que rendírselo en tributo (si no habéis leído nunca a este tío estáis tardando) Y os aviso que está cortado (el relato, no C. Moore, porque es muuuuy largo [una vez más me refiero al relato]) Pido perdón a quien pueda ofender.
Espero que os guste o, al menos, os anime el día:


Shupitos de Sangre
Idas de olla de una vampira.


––¡¡Foto Twenty!!
 ––¿Eh?


––Te invito a unos “shupitos”.
Nos encontramos en el Marimba y me lo dijo así, de sopetón, sin presentarse siquiera y con acento argentino para más inri. ¿Cómo iba a imaginarme que detrás de su amable ofrecimiento había una segunda intención? Oh, vale, de acuerdo, nunca he sido especialmente inteligente. En palabras de mi propia madre, no soy la estrella que más brilla del firmamento, tú ya me entiendes, pero bueno... ya sabéis cómo son las madres. A mis dieciocho años y pese a no brillar tanto, tengo claras dos cosas en este mundo: “No” significa “no” y las madres son el regalo que Dios hace a las chicas para que no nos acostumbremos nunca a la felicidad. Algo así como un programa de entrenamiento intensivo para el matrimonio. ¿Lo dudáis? Pues es cierto.
El caso es que ahí estaba yo, a mis dieciocho años recién cumplidos, con mis estupendas caderas redonditas, unos ojos azules que ya querrían muchas y mi tipazo de animadora de las buenas, de las americanas, no esas escuálidas bailarinas europeas que parece que van a romperse por la mitad en cuanto sopla algo de viento. Y ahí estaba él: alto, delgado, con el pelo tan negro como las bisagras de la taquilla del gimnasio y un atractivo al estilo Madamme Tusseaud, es decir, en plan estatua de cera, aunque eso sí, argentina.
––Te invito a unos “shupitos” ––me dijo Pelito Negro en argentino. Lo afirmó, nada de preguntar, en plan sobrado. Menudo gilipollas. Pero como Raul estaba mirándonos y yo quería darle celos le dije que sí. Puede que Raul no sea alto, ni delgado ni tenga el pelo negrísimo como la página que fotocopias por quinta vez de los apuntes de la empollona de la clase pero es guapísimo al estilo macizo de revista, lo cual gana a estatua de cera por un porrón de puntos.
Así que me fui cogida del brazo de Pelito Negro para hacer rabiar a Raul y salimos del Marimba. Ya. Lo sé. Fue algo que mi madre habría metido del tirón en el interior del cajón de las Malas Ideas. Cuando me quise dar cuenta estaba tirada sobre el capó de un coche en medio de un callejón, con los colmillos de Pelito Negro clavados a fondo en mi cuello.
Ay, cómo me arrepentí en ese momento de no escuchar nunca a mi madre... Lo peor es que yo era incapaz de hacer ni decir nada. El tío estaba ahí, nutriéndose, mordiéndome el cuello como si fuera un chorizo patatero y haciendo un ruido raro al sorber, como de pajita en la Coca Cola cuando ya sólo queda hielo en el vaso. Y yo, quieta, dejando que manchara mi bonita melena rubia ––recién cortada y peinada en el Ino, que estamos hablando de casi cien pavos–– con mi propia sangre. Qué asco, por Dios. Menos mal que, a pesar de ser la protagonista del momento, yo era como ajena a todo lo que estaba sucediendo. Era como estar en un sueño viendo lo que te pasa desde lejos, mirando a esa especie de maniquí del H&M vestido de escaparate halloween babeándome el cuello sin ni siquiera decirme su nombre.
Repulsivo y chocante a partes iguales.

El tío se lo tomó con calma, así que me puse a divagar. ¿Por qué a mí? Yo no era gótica ni sabía nada de la poesía de Poe ni de Byron, odiaba los libros de vampiros excepto Crepúsculo, que es así como medio guarrete, y me encantaba la luz del sol. Por el amor de Dios ¡Había mil chicas que seguramente lo deseaban más que yo! Sólo en mi clase ya había cuatro que habrían dado su brazo derecho por convertirse en vampiro.
Elaboré mentalmente un cartel para la promoción del club del año próximo:

¡¡¡CHICA GÓTICA!!!
¿Harta de buscar la VIDA ETERNA y la INMORTALIDAD con escasos resultados?
¿Cansada de abismarte y de soportar a chicos ambiguos y mezquinos que prometen
MORDISCOS SANGRIENTOS y no llegan ni a CHUPETÓN?
¡¡HAZTE ANIMADORA!!
.-Porque los VAMPIROS las prefieren RUBIAS
Y tetonas, pero eso no lo iba a poner. ¿Quién sabe? A lo mejor todo esto servía para conseguir nuevas socias y aumentar el presupuesto. El club se estaba cayendo a pedazos.
Así, mientras me curraba mi ascenso a presidenta del club de animadoras, Pelito Negro terminó de alimentarse y se levantó, tan digno como un cirio y con el mismo aspecto lechoso en la piel. ¿No había sido suficiente mi sangre para darle un poquillo de color al muchacho? ¡Ay! A ver si al final mi madre iba a tener razón y yo tenía anemia...
––Lo siento ––se excusó pero lo hizo muy erguido, como si estuviera orgulloso de lo que acababa de hacer––. Ahora “sos” un vampiro.
Lo dijo tan firme y en un acento argentino tan cerrado que, inmediatamente, esperé que añadiera la frase aquella de Los Simpsons, la de “es la magia del tango de la muerte”. Él pareció pensar algo parecido pues, ahora sí, se sonrojó un poco y salió corriendo como una exhalación.
Yo me quedé un poco turbada después de compartir algo tan íntimo y, llevada por la magia del momento, no pude menos que gritarle un “¡¡Tonto del culo!!” mientras desaparecía por la esquina del callejón. Por mucho que digan Anne Rice y Stephanie Meyers, ya sabéis, las escritoras de Lestat y Crepúsculo, que te muerdan el cuello, te chupen la sangre y te conviertan en vampiro no tiene ni puñetera gracia. Que encima tu sire sea un argentino friki de los Simpsons... Eso ya es de juzgado de guardia y dice muy poco de las leyes del karma y de la justicia divina en general. ¿Entre nosotros? No estaba muy segura de querer seguir viviendo en un mundo que permite que tales cosas ocurran, pero estrictamente hablando acababa de morir, así que de vivir ya, poco.
Me recompuse como pude y volví al Marimba, donde me esperaban Raul y el resto. Acababan de convertirme en vampiro y mi camiseta de Bershka estaba echa polvo, de acuerdo, pero no pensaba perderme el primer viernes después de los exámenes ni muerta. ¿Pilláis el juego de palabras? Para que luego me suspendan en lengua. En fin, el caso es que volví a la disco.

A éste no le han dicho que no, significa NO.

La noche del viernes fue increíble. Bueno, me dio un poco de pena Raul por aquello de que me lo comí y tal, pero fue sin querer: Yo era una novata total, ¿cómo iba a saber que si me bebía toda su sangre estallaría en una nube de humillo y polvo negro? Pensé que se convertiría en vampiro, igual que yo, no que lo dejaría todo perdido como cuando papá todavía vivía en casa y se quedaba dormido en el sofá con el cenicero encima de la barrigota y se daba la vuelta y ¡Ala! toda la ceniza a la alfombra y mamá con un cabreo de no te meneés. Pero bueno, quitando ese pequeño detalle, por lo demás fue como un sueño. Estuve bailando toda la noche sin cansarme ni un poquito ¡Ni siquiera sudaba! Y el tabaco ya no me molestaba ni lo más mínimo. ¿Que alguien fumaba al lado mía? Pues dejaba de respirar y tan tranquila. Al final se me olvidó respirar y todo, hasta que Gloria me empezó a mirar con cara rara y suspiré un poquito, aunque sólo fuera para que se tranquilizara. Así que sí, en eso Anne Rice sí que acertó: superfuerza, agilidad, resistencia... Soy algo así como Spiderman pero sin mallas, o con mallas de colores de primavera en todo caso. En cuanto a todo eso de los poderes de encanto e hipnotismo de los señores oscuros... pues no sabría deciros. Vale que tío macizo en que me fijaba, tío macizo que se me acercaba, pero no estoy segura de si eso es por que soy un vampiro o porque estoy bastante buena, así que por ahora lo dejaremos en un no sabe–no contesta.
¿En resumen? Una gran noche. Casi estaba dispuesta a buscar a ese engendro argentino para darle las gracias y, no sé, regalarle unos calzoncillos de Bart Simpson o algo así, en plan maja.
Hasta que se hizo de día. Y bueno...
Je.
Tengo que decirlo: Vamos a ver, autora-de-cierta-saga-de-vampiros-muy-famosa de los cojones. Sí, tú, ya sabes de quién hablo... ¿Qué mierda es esa de que el único problema que tienen los vampiros con la luz del sol es que les brilla la piel? ¿Cómo te atreves a escribir eso y quedarte tan pancha? ¿Tú estás de guasa o sólo medio gilipollas? A ver, criatura infeliz, la luz del sol QUEMA. Perdona el hip-hop, pero quema “pa” sus muertos, tronca. Nada de brillar como un gusiluz ni de abdominales pintadas, ni nada de eso. Sólo fuego y un dolor que ríete tú de la regla más chunga que hayas tenido, que es como si te ducharas en pelota picá con una mezcla de mostaza, guindilla y trocitos de cristal mientras te bebes de un solo trago media botella de absenta roja para ti sola. Así que cuidadito con lo que escribimos, maja, porque no tuvo ni puñetera la gracia.
Vampiros brillantes. Pues sí que...

Por suerte el Marimba tiene un sótano estupendo, aunque eso es lo de menos. Prueba a llamar a tu madre y a explicarle que no vas a volver a casa en todo el día porque te han convertido en vampiro contra tu voluntad. Maldita generación móvil.
––Esto... ¿Mamá? Soy yo, Sandra ––pregunta absurda: ¿Por qué decimos quiénes somos cuando sabemos perfectamente que en la pantallita del móvil aparece nuestro nombre?
––Hija, estaba dormida, ¿qué quieres?
Antes mamá se despertaba todos los días a las ocho como una campeona, pero después del divorcio podías darte con un canto en los dientes si se levantaba antes de las once y media. Sé que no es importante pero lo digo para que conste, para que luego no digan que una secretaria de veinticinco años no te cambia la vida.
––Mamá que.. esto... que no creo que pueda volver a casa en todo el día.
––Vale, le diré a tu hermana que meta sólo dos pizzas en el horno.
Auch.
––Mamá, ¿no vas a preguntarme si estoy bien o algo?
Una pausa al otro lado del teléfono. Diez a una a que se estaba quedando dormida otra vez.
––¿Eh? Sí, claro. ¿Estás bien o algo? ––¿Se puede ser peor persona?
––Pues no, no estoy bien, mamá ––vale, sí, lloriqueé un poco. Joder, no todos los días te convierten en vampiro y descubres que el sol quema una barbaridad. Tenía que inventarme una historia, y tenía que hacerlo rápido––. Me ha mordido un tipo, mamá, y me ha convertido en un vampiro, para que los sepas ––Mierda, soy horrible inventando historias. Es que no soy de malas notas y suelo portarme bien, así que no estoy acostumbrada a mentir. Al menos no le dije que el tío era argentino. Además, que se joda.
––¿Un vampiro? Eso es estupendo, hija. Nos va a venir genial para arreglar las goteras del techo.
Así es mi madre, práctica como ella sola.
––Pero mamá, quiero volver a casa y el sol...
––Calla, tonta, calla ––¿será puñetera?–– Con lo bonito que debe ser que la piel te brille.
Y tal cual lo dijo me colgó. Con lo bonito que debe de ser que la piel te brille. Ja. ¿Os he dicho ya que me cago en Crepúsculo y Stephanie Meyers?
Mierda, ya lo he dicho.

Y fin, por ahora. Espero que os guste (a mi vejez y escribiendo como una vampiresa adolescente...) Y prometo la segunda parte si a alguien le apetece seguir leyendo.
Un abrazo y gracias por llegar tan lejos.

miércoles, 27 de abril de 2011

Seguimos de relatos: Pain Rain

   Paso de comerme la bola con los fracasos, la verdad es que los relatos ganadores eran bastante buenos, y qué narices, esto viene bien para seguir escribiendo. Vaya desde aquí un enhorabuena a los ganadores y un "muchismas gracias" en manchego-gaditano a todos los que me habéis apoyado. De verdad, estas cosas hacen levantar cabeza en cero coma, sois la leche.

   La cosa es que precisamente ahora estoy ultimando novela para un concurso este sábado y voy cortismo de tiempo, así que os pego otro de los relatos con los que participé. El título orginal es Lluvia de sangre pero me parece más chulo este Pain Rain, aunque suene un poco a My Fair Lady y a ese In Spain rain in the plane... no espera, en el avión no... in the plain, quiero decir.
Un abrazo y gracias, espero que os guste.

Pain rain


Las gotas de agua martillean con furia sobre la calzada mugrienta, desdibujando en la oscuridad las confusas siluetas de los árboles y de los escasos paseantes que se atreven a salir en esta noche de perros. La lluvia lo desenfoca todo, como si quisiera, con su llanto, hacer un eco desgarrador de la tragedia que acabo de vivir: No todos los días asesinan brutalmente a tu familia. No todos los días te empapas en la sangre de tu mujer y tus hijos en busca de una respuesta. No todos los días te encuentras a ti mismo flotando entre las brumas de una locura que amenaza con arrastrarte al olvido.
Sin una nota.
Sin una advertencia.
Nada.
Sin un recuerdo caliente de los ecos felices de un “cariño, ya estoy en casa”, el llanto de un hijo que no quiere hacer los deberes, la mirada de reproche, y aún así cargada de amor, de una mujer cansada que quisiera volver a otros tiempos.
Vacío.
Ahora me parece que toda esa felicidad jamás existió, olvidados los cambios de pañales, las sonrisas cómplices y las promesas de futuro en una masacre estúpida que no sólo mata el cuerpo, sino también el alma, la esperanza y los sueños.
Esos sueños que ya no volveremos a compartir.
Jamás.
Condenado para siempre a una vida en blanco y negro, a una existencia en tonos de azul, mis pies logran arrancarme de mi piso cuando las sirenas de la policía y la ambulancia, ambas tan inútiles como una tirita mojada en el 11-S, entonan su letanía televisiva en la esquina de la calle. Es entonces cuando, partido y hueco, como una tibia reseca semienterrada al sol, huyo de mi propia vida en busca de esa maldita respuesta que se empeña en escurrírseme entre los dedos: ¿Quién?
Los neumáticos gastados de mi viejo coche pintan dos cicatrices en el agua de la lluvia cuando freno con un chirrido seco frente a la mansión. Siento una vieja familiaridad, casi agradable, al verme de nuevo entre los viejos muros de piedra. No creo que hayan sido mis viejos socios. ¿Acaso importa? Como canta ese viejo tango: Amigos, por algún lado tenía que empezar.
Vuelvo a salir unos minutos después. Mis manos hieden a sangre y pólvora. Una punzada me atraviesa el pecho, allí dónde solía tener el corazón, otra, sembrada de sangre, de cruza el lado derecho del rostro allí donde el viejo Lucca ha conseguido rozarme. Maldito bastardo pistolero, riegue el suelo mi sangre en tu memoria, por los viejos tiempos.
Seis veces más freno mi coche, y seis veces más se repite la escena, una vorágine caótica sacada de la mente soñadora de un director de cine negro, un titiritero moderno de películas de serie B. Lluvia de fuego y plomo, gritos, sangre, dolor… Antiguos aliados que mueren, nuevos enemigos que caen a mis pies. Todo es indiferente. No sabes lo duro que eres hasta que alguien rompe tus límites. Los viejos amigos son ahora no más que rostros vacíos en la mente de un asesino enloquecido. ¿Acaso importa?
   
Mi coche frena por última vez en el Sbarro‘s, junto al río Hudson. Entro en el restaurante y pido una ración de espagueti boloñesa y una trenza de pollo teriyaki. La cena escasa de ese primer día tras mi boda. Dejo un billete de veinte sobre el mostrador, cojo la bolsa de plástico y salgo a la calle. Jugueteo con la pistola en el interior del bolsillo de mi abrigo. Me arde en la mano, humeante aún por los tiroteos. Sólo rezo porque aún queden balas en la recámara.
Camino lentamente hacia el Hudson, con el tiempo justo para recordar. Celebro un funeral improvisado lanzando al río los condimentos de esta cena del pasado. Entierro vikingo sin barca ni fuego, sin lustre ni cuerpos. Sin honor. Veo hundirse los viejos tiempos en las aguas oscuras de la noche, y ahora sí, libre al fin de mis pecados, me dispongo a terminar el trabajo, a acabar con el último hijo de puta, el cabrón más grande de todos, el maldito bastardo que puso a mi familia en contacto con toda esa morralla.
Muerdo el cañón de mi pistola. Sabe a hollín y a metal. Un fuego abrasador me atraviesa el dedo índice cuando lo coloco sobre el gatillo, desollado y en carne viva por toda la acción de la noche, pero eso es lo de menos: Mañana será un día de fiesta en la ciudad ¿Cuánto durará la paz? Hasta el idiota más ingenuo sabe que siempre hay un pez payaso dispuesto a morder cuando los tiburones se han marchado de la charca.
Aprieto el gatillo.

PD prometo que la siguiente entrada será más cómica. Vuelvo a estar de un oscuro que tira de espaldas, argh!

martes, 26 de abril de 2011

Otro zas en toda la boca.

Pues sí, el I concurso de microrrelatos noir de la gangsterera ha dado a su fin y, una vez más, me quedo compuesto y sin premio. ¿Qué le vamos a hacer? Sólo queda recomponerse y seguir escribiendo, aunque pique un poco. De todas formas, para levantar el ánimo, os mando uno de los tres relatos que envié a concurso. Es el menos noir de los tres, más pasteloso que otra cosa. Supongo que en breve subiré otro. Y bueno... Espero que a vosotros sí os guste.
Snif snif.


Hadas de punta hueca.


Anoche soñé con hadas, diminutos puntos de luz que cruzaban a toda velocidad el éter de una noche estrellada. ¿Te sorprende? Ni siquiera yo estoy seguro de saber qué significan esas palabras. Sólo sé que soñé con hadas y te recordé: Tu diminuta cara de porcelana admirando aquél cuadro, ya sabes de cuál te hablo, el de los duendes, el que siempre te arrancó una sonrisa fascinada aunque a mí, en lo más hondo, me diera un pánico atroz.
¿Cuánto tiempo ha pasado? Diez años, tal vez quince. Nuestra vida nunca fue un lecho de rosas pero al menos tú tuviste una familia que recordar. A mí me llevaron a la casa nada más nacer. Debería estar agradecido: en aquella época aún se dejaba a los recién nacidos en los portales. Ahora la gente se limita a tirar a sus hijos a la basura. Depresión post-parto. Como si un latinajo inventado justificara su comportamiento.
Gilipollas 
Sería tonto decir que guardo más recuerdo de mis primeros años que esa sensación cruel de soledad que me comía por dentro. Sí, sé que me dirás que tú también conoces esa sensación pero tú me tuviste a mí, a tu hermanote como solías llamarme. ¿Tan grande era? Supongo que fue eso lo que hizo que esa gente se fijara en mí al cumplir catorce. 
No, no voy a recordártelo, los dos sabemos lo que pasó. Sería estúpido pedir perdón y decir que lo siento, que debería haberme quedado a tu lado. Pero debes entenderlo: El dinero, los trajes caros, los coches y, sí, lo siento, las chicas, eran un cebo demasiado atractivo para quien no había conocido más que la miseria desde el día de su nacimiento.
A estas alturas sería estúpido negarlo: hice cosas malas. Cosas muy malas. Tantas que, ahora que mi vida pasa ante mis ojos, las veo como el guión de una película cuyo desenlace es tan sencillo como previsible: Vandalismo, extorsión, robo y, finalmente, asesinato. Era cuestión de tiempo que la bomba estallara en mis manos, lo sé, y ahora ya no queda mucho tiempo. He lavantado todas las cartas de esta tirada de tarot y ya sólo me queda la XIII. La carta de la muerte.
Era de esperar. 
Y así, mientras escribo estas líneas, mientras te envío el te quiero que nunca me atreví a decirte, un coche frena en la acera. Imagino unos pasos apresurados por las escaleras, tal vez zapatos italianos, puede que algún calzado ruso, ¿acaso importa? Sólo es cuestión de tiempo que la puerta salte echa pedazos en una lluvia imposible de astillas y bisagras. En medio de esa lluvia inminente, finalmente, llegarán las hadas. Volando a mi encuentro a través de la habitación, diminutos destellos a la luz de los fogonazos. Hadas de punta hueca que, con su beso de muerte, me hablarán de ti. 
¿Te reconoceré en alguna de ellas? Es posible. Nada me gustaría más que poder verte, aunque sólo sea una vez, antes del fin. 


Y listos. Ale, a disfrutar la semana ^_^

domingo, 24 de abril de 2011

Un domingo muy especial. Simba, o Kimba, y el círculo de la vida.

Hoy es un domingo especial. No, no voy a hablaros de la Resurrección del hijo de Dios, ni de la peli de Mel Gibson, tampoco voy a hablaros del mosqueo de Hollywood con el amigo Mel por “recordar odios del pasado” (ya sabéis, los musulmanes, los alemanes, los rusos, los europeos del este, los turcos, los kazajistanos, los coreanos, los chinos, los viet-cong, los españoles, los italianos y los autríacos pueden ser malos en el cine, pero si se te ocurre hacer una peli en la que los malos son los que parten la pana actualmente en Israel, estás “removiendo odios del pasado”. Como diría Mafalda, la pucha). Pero ná, lo dicho, no voy a hablar de eso. Tampoco voy a hablar de los cruel que puede llegar a ser la humanidad, ni de la cantidad de errrores que ésta ha llegado a cometer.
No.
Voy a hablar de resurrección, así, en general, no de la de Goku ni la de Shiryu, si no la de la naturaleza; lo que el amigo Mufasa denominaba El círculo de la Vida.


Mira, Simba: Desde aquí se ve el Ikea”.

Resulta que hace unos meses, en octubre de 2o1o, después de llevar un año pateando la ciudad en busca de una casa en condiciones, ni demasiado grande ni demasiado chica, ni demasiado cutre ni, Dios mediante, demasiado cara; terminamos encontrando una casa lo suficientemente potable como para ser llamada hogar.
La casa estaba –está– de puta madre, pero dejando la arquitectura a un lado, tenía tres cosas que nos volvieron locos: Un árbol de albaricoques (albaricoquero?) dos ciruelos y, la leche, un granado enano. Los tratamos con cariño, con amor y con abono, pero todo fue en vano: en Diciembre el granado se rindió y, pese a todos los intentos, acabó muriendo entre mis brazos (dramatización) ¡¡Noooooooou!! (el acento americano siempre lo hace como más chungo, ¿verdad?)
Pensamos muchas veces en enterrarlo, reconvertirlo en mantillo, usarlo como leña o, simplemente, tirarlo a la basura. Pero por aquellas cosas que pasan a veces (y que esta vez no, no tenían nada que ver con mi entrega a la causa de la ley del mínimo esfuerzo) lo trasplantamos y cruzamos los dedos.
Llegó Diciembre, y el resto de árboles perdieron las hojas. Podamos los rosales y esperamos.
Irrumpió Enero y las hiedras perdieron algunas de sus hojas, sembrando el suelo de marrón y oro. Barrimos el suelo y esperamos.
Llegó Febrero con sus aguas de lavanda. El jardín volvió a la vida, poco a poco, riéndose de ese pobre árbol moribundo, apenas un espantapájaros de diseño surrealista. Florecieron los tulipanes y los pensamientos, los narcisos y las aster de china. Los ciruelos se cubrieron de flores blancas y de rosa se vistió el albaricoque, contrastando con la hiedra amarillenta. Casi perdimos la esperanza.
Vino Marzo, el de los vientos de piscis. El Señor Tortuga salió de su letargo y en los árboles, las frutas, poco a poco comenzaron a asomar. Tímidas al principio, envalentonadas al fin. El granado seguía muerto, un tributo a la tristeza en el jardín. Llegó el momento de tirarlo, y aún así, mis manos se resistieron
Y así entramos, ya por terminar, en Abril. Aguas mil y sayo por montera. Las semillas plantadas antaño comenzaron por fin a brotar, fuertes y valiosas en sus primeros días. Calabazas –enanas–, pimientos, margaritas y vinagretas. Popurrí, sugar corn y azaleas. Petunias y alguna cuyo nombre, de tanto plantar, he olvidado. Todas alrededor de ese árbol muerto que precisamente, hoy de entre todos los días, ha decidido, al fin, renacer.

Ahí'stá el tío.

Soy cristiano, lo reconozco. Cristiano raro, eso sí, de los del pez, el alfa y el omega antes que los de la cruz, de los que estrechan las manos sin preocuparse de raza, color, credo u opción sexual; de los que creen que todas las religiones son, a fin de cuentas, la misma; de los que creen en el zen, en el respeto absoluto a todas las especies, en pensar una norma antes de confiar mi fe en ella y de los que saben, como que hay Dios, que la religión, a fin de cuentas, no es más que un invento del hombre. Porque al fin y al cabo la religión no tiene nada que ver en esto. No hace falta creer en Dios para poder ver sus milagros, los haya hecho Él o una forma de energía, la nada, el cero absoluto o ponga usted aquí su creencia favorita.
Veo milagros cuando alzo la mirada al cielo y las nubes me regalan una puesta de sol; veo milagros cuando la luna marea las mareas (valga la redundancia) y nos trae las mareas de Santiago al pico y la playita, delicia para los surferos, pesadilla de la Teo, cuando el instinto de mi gata la lleva a buscar un gato, cuando las tímidas hojas de una planta atraviesan el suelo, cuando una madre embarazada sonríe en el autobús, cuando las estrellas, ahora que no hay farolas reflectantes que le roben la magia al cielo, me guiñan desde lo más alto de la noche.
Veo milagros, a fin de cuentas, cuando un árbol, por muy enano que sea, un amasijo de palos que parecían muertos, revive; y por supuesto veo un milagro cuando creo escuchar, desde un lugar muy lejano, por allá arriba, la voz de alguien, quizá mis abuelos, que me dicen “buen trabajo”.
Así que sí, creed en lo que queráis: en Dios o en el Diablo, en la energía, la luz, el karma el nirvana, la madre que les parió o la pura, la bendita casualidad. Pero eso sí, no dejéis, si queréis ser felices, de maravillaros por estos pequeños y gloriosos milagros.

Un abrazo y Feliz pascua de Resurrección.

viernes, 22 de abril de 2011

Ha sucedido lo inevitable.

Pues sí, el desenlace era inevitable y, como no podía ser menos, al final me he puesto malito. Snif, snif. Toma trancazo primaveral y tócate las narices. De todas formas, para los que no tengáis ganas de volver a trabajar el lunes, o a la uni, o a lo que sea, os paso la receta:

Resfriado puñetero de primavera.

 Ayer tocaba dibujo, pero hoy toca foto. 
Sí, a veces la realidad supera a la ficción.


Ingredientes:
-Una Xbox 360 con el accesorio Kinect
-El juego Dance Paradise.
-Dos horas libres.
-Un cambio climático de los guapos.
-Lluvia y granizo a mansalva.
-Un cenador puñetero.
-Pantalones de chandal de algodón de colores de esos que las madres le compran a los yonquis en el mercadillo los domingos.
-Chanclas de los moros.
-Gabardina de papel maché, tipo Inspector gadget.
-Un cerebro de adorno.
-Varias técnicas de desagüe inútiles.
-Mucho cachondeo.
-Un grupo de buenos amigos.
-Un vaso de whisky Fire Water.
-Ducha y gel Mousel.
-Pantalón vaquero del C&A
-Más cachondeo todavía.

Preparación:
1.- Mezclamos el juego con la xbox 360, la kinect y las dos horitas de tiempo libre, y nos pasamos 120 minutos pegando saltos delante de la cámara como frijolitos “endrogados” o personajes de Gran hermano hasta sudar como un queso manchego al sol en agosto.
2.- Esperamos a que el cambio climático nos regale una lluvia con granizado de hielo y polvo del Sáhara, justo la misma semana que empezó con una temperatura de 32º. Aquí tenéis que tener paciencia: Esperad a que la lluvia caiga con toda la mala leche, que si no el resfriado se os quedará corto de fuerza.
3.- Cuando veamos que el cenador puñetero se llena de bolsas de agua y granizo, nos ponemos el pantalón de chandal, las chanclas de los moros (importante: tienen que ser de esas de un euro, y a ser posibles remendadas), y la gabardina de papel maché. Ahora sí, usamos el cerebro ese que tenemos de adorno y las técnicas inútiles de desagüe y vaciamos las bolsas de agua, no sin antes asegurarnos de empaparnos los bajos del pantalón de chandal para que chupen más que un alcalde a pocos días de las elecciones. Importante, tenéis que conseguir que el agua y el granizo se escurran por vuestros brazos hasta colarse por debajo de la ropa. Si el cerebro que habéis conseguido es realmente de adorno, no tendréis ningún problema.
4.- Volvemos al interior de la casa y, con mucho cachondeo, nos ponemos una copilla y seguimos de fiesta con los amigos sin secarnos, gracias a los efectos de la nulidad de cerebro que Dios nos ha dado.
5.- Una vez secos, repetimos los pasos 3 y 4.

Algunos no aprenden nunca...

6.- Ahora sí, nos duchamos y nos cambiamos de ropa, poniéndonos un pantalón vaquero mangui del C&A.
7.- Esperamos a que sea de noche y haga más frío. Nos remangamos el pantalón como si fuéramos a mariscar o a cogé boca, y repetimos una vez más los pasos 3 y 4.

Pero nunca, nunca, ¿eh?
Por dios, que alguien encierre a ese calvo 
de una vez y le quite la llave del jardín.
 
8.- Dejamos macerar durante toda la noche y, al levantarnos, nos miramos al espejo. Si la cara tiene esa textura como de caucho y un color a langostino dejado al sol cinco días, la receta os habrá salido estupenda.

Presentación:
-Poquito presentable, la verdad. Una buena ducha, un afeitado (para ellos... bueno, y para algunas ellas también) y un buen maquillaje para ellas (eh, publicidad sutil: podéis echar un ojo a consejos de maquillaje aquí) ¿Por dónde iba...? Ah, sí, el afeitado y el maquillaje ayudan, aunque no demasiado.

Snif snif. Ale, espero haberos ayudado, un beso y pasad un buen fin de semana... Santa. Yo voy a tomarme una couldina. Snif.

jueves, 21 de abril de 2011

La maldita ley de Murphy.

Todos conocéis la ley de Murphy, esa chorrada de “Si algo puede salir mal, saldrá mal”. No voy a ponerme ahora a hablar de estadística ni nada de eso, es demasiado temprano y estamos de vacaciones (demasiado temprano, las dos y media de la tarde. Joer...), pero ni la tostada cae siempre por el lado de la mantequilla (os lo dice alguien con una tostadora muy guay, dos kilos de mantequilla y pan de molde en casa, un suelo muy limpio y mucho, pero mucho tiempo libre en sus manos) ni las cosas son siempre tan chungas.
Pero sí. A veces pasa. Puñetero Murphy... Por eso no deja de hacerme gracia que, después de haber comprado un cenador y una mesa de merendero para el patio, después de haber pasado cuatro días montándolas, lijándolas, poniéndole tapaporos y con el aceite de linaza a punto para darle esta mañana sus dos buenas capas de impermeable, ayer cayera la del pulpo y empapara tanto el maldito cenador como la puñetera mesa de camping, que ha quedado hecha unos zorros y va a haber que volver a lijar, tapar, etc etc.
Yuppiii.

Eso sí, antes de que se me olvide. Amiguitos y amiguitas que tenéis cenador-carpa-toldo o similar: Dío, quillo, pisha... No olvidéis hacer boquetitos de desagüe en los laterales para que no se formen bolsas que rajen el tejido. Y si se os olvida, recordad que, si empujáis una bolsa de agua por debajo, esta sale por arriba y, obviamente, vuelve a caer. 
Seguramente sobre tu cabeza. 
Para risa, diversión y descojone de los invitados que en ese momento tengáis en casa (mamonacos, que os vi partiendoos la caja).

No hagáis esto en casa, yo soy un profesional: 
Cinturón negro tercer dan en cagadas domésticas.

Y ya no os chino más, que me he levantado tarde y aún tengo que hacer la comida (hoy habitas con jamón, huevo escalfado y plátano frito. ¿Qué no?) Un abrazo y pasad unas buenas vacas.

PD ¿Nadie se extraña de que no haya hablado del Madrid – Barca? Joer, debo ser el hombre menos hombre de este planeta.

miércoles, 20 de abril de 2011

Feliz Cumpleaños!! (receta Brooklyn Cheesecake Strawberry Rubia)

Esta semana cumplen años tres personas, y la verdad es que quería hacer algo especial sin salirme del plato, que entre Vitaldent y la hipoteca, la cosa no anda demasiado bollante. El caso es que leí en el blog de Marta habló de una costumbre que me ha gustado, la de regalarle una tarta al cumpleañero. Va para vosotras, Hellen, Marta y Sofi, esta receta de tarta. Espero que os guste. Y sí, sé que debería ir en el blog de cocina pero me apetecía hacer algo diferente en este blog.

Historia de una tarta.
Hay un local muy especial en Manhattan, o mejor dicho, dos. Uno está en Time square, y hay que hacer cola para entrar. El otro está en la 57th con la séptima, un poquito antes de llegar a Central Park, a la altura del Bloomingdales de la quinta. Su nombre es Brooklyn Dinner. Es un restaurante pequeño y muy clásico, con sus mesas en plan vagón de tren y sus sillones de cuero rojo, sus camareras que te reponen el café y el olor a hamburguesas, sandwiches y café espeso flotando en el ambiente. Un sitio lleno de encanto, pero lo que realmente eleva a este sitio a los altares de la gloria es su tarta de queso, la Strawberry Blonde, la mejor cheesecake sin discusión que he probado en la vida.
El caso es que ahí estábamos Eva y yo el cuatro de enero de 2010, en el Brooklyn Dinner de la 57, a 25º bajo cero en pleno corazón de Manhattan. Y mientras la camarera nos preguntaba qué tal la tarta con una sonrisa que indicaba que ya sabía la respuesta y Eva disfrutaba como una enana del plato, toda mi obsesión era dejarme la piel en la cata de cada bocado para poder reproducirla luego en casa. Entre eso, las respuestas de la camarera sobre la receta (un tanto concisa) y un par de pruebas, salió esta tarta de queso, una Strawberry Blonde un tanto castiza por aquello de los ingredientes, aunque igualmente sabrosa. Espero que la disfrutéis.

Receta tarta de queso (Cheese Cake Brooklyn Style)
Ingredientes (para 18 personas):


-Dos placas de hojaldre.
-1 taza de azúcar.
-1.100 grs. de queso crema.
-5 huevos.
-Cuatro cucharadas grandes de leche condensada.
-Tres cucharadas de harina de repostería.
-250 ml. De nata cremosa.
-1 limón.
-1 naranja.
-Una barrita de vainilla.
-fresas, nata en spray o montada y sirope de chocolate.
-El cristasol y la tostadora estaban de adorno.

Preparación:
-La masa.
Ya, lo normal es utilizar masa quebrada pero a mí me gusta bastante más con hojaldre, y es un cambio, que eso nunca está de más. Nos limitamos a untar bien de mantequilla el fondo y las paredes de un molde desmoldable o uno de esos modernos de silicona y lo cubrimos con masa de hojaldre, aprisionando bien en los bordes superiores para que no se nos baje. Lo pinchamos con un tenedor para que no se hinche demasiado y, para terminar, lo pintamos con mantequilla (acordaos de sacarla con tiempo de la nevera).
Luego lo horneamos el tiempo que diga el fabricante, con unos quince minutos a 180-200 basta.

-El relleno.
-En un bol grande echamos el queso crema. Yo tuve que utilizar el del Hacendado, que ya vale, aunque mejor si es Alipende, el de Ahorramás. No os compliquéis con eso de que sea Philadelphia. Cuesta una pasta y viene a ser lo mismo, pero tampoco pilléis uno cutre del Lidl o el Día. Lo dicho: Philadelphia, Hacendado o Alipende. Otros no.
-Echamos la leche condensada, la nata y media taza de azúcar. Probamos, si nos parece soso echamos la otra media taza de azúcar y removemos, muy lentamente para que no coja aire.
-Tamizamos las tres cucharadas de harina sobre la mezcla. Se le puede echar más harina para que se hinche, pero es una pena porque perdería cremosidad. De hecho, yo sólo le echo un par de cucharadas, pero vosotros mismos.
¡Coño! La tostadora se parece a mi avatar.

-Raspamos la varita de vainilla y la echamos sobre la mezcla junto a un pellizco de ralladuras de limón y manzana. Lo mezclamos todo bien, muy lentito.
-Uno a uno vamos echando y mezclando los huevos, “sin cáscara” que diría mi madre. No echéis el siguiente hasta que el anterior no se haya mezclado del todo. ¿Truco? Romped la membrana en un vaso con un tenedor y agitadlo bien pero lentito antes de echarla a la mezcla, así os costará menos mezclarlos.
-Una vez mezclados, lo echamos sobre la masa de hojaldre y listos, al horno.

-Hornear.
-Esta etapa tiene su rollo, pues cada horno es un mundo. Depende de la circulación del aire, la humedad del ambiente, la marca del fabricante... Generalmente suele ser una hora y media a 150-160º pero en mi caso la dejo un par de horas a 160. Mirad que esté compactita y haya subido un poco antes de cortar el calor.
-Importante: Una vez pase ese tiempo no la saquéis del tirón del horno. Simplemente abridlo un poquitín y dejad dentro la tarta para que se aclimate gradualmente, así perderá el aire que le haya podido entrar y no le saldrán grietas. Una vez aclimatada (esperad unas dos horas o así), metedla en la nevera.

Ooooh, me están entrando ganas de hacer otra.

     -Presentación.
-Se sirve bien fría, adornada con nata, fresas y chocolate caliente. Sólo así es una auténtica Strawberry Rubia (quito el Blonde para que no me denuncien). También podéis servirla con mermelada roja o frutos del bosque, pero para mí eso es como cubrir un buen solomillo con apestoso hojaldre... ah, sí, bueno, lo que viene siendo un solomillo wellington. En fin, vosotros mismos.
Ya, la presentación y la foto son una mierda, pero es que
esta tarta fue del último cumple, y llevábamos de fiesta
desde las dos de la tarde. Se sirvió a las once de la noche...
Así que haced cuentas.

Y listos. Una vez más, Felicidades a las tres cumpleañeras. Espero que os regalen muchas cosillas ^___^.