sábado, 17 de septiembre de 2011

Urgencias 24/7



Ná, no es nada grave, aunque el título suena así como muy... u-uuuh!
El caso es que quería aparecer por aquí para agradeceros vuestras palabras en la entrada anterior. De verdad, no os imagináis lo que significan para mí. Lo significaron en su momento y, mejor aún, un ratito después, cuando la gambita decidió que había llegado la hora de complicarnos un poquito -aunque solo un poquito-, ojo, la existencia.  Bueno, lo que me habría gustado de verdad habría sido poder daros la gracia en vuestros blogs, personalmente, y mejor aún cara a cara delante de un whiskillo, aunque claro, hay cosas que no se pueden hacer, y aunque se pudieran, ahora la nena no nos deja tiempo.
No me malinterpretéis: la cosa va viento en popa, la gambita sigue bien, así como la madre, pero han... habido un par de cambios en nuestra vida, una necesidad de adaptarse a un par de circunstancias con las que no contábamos, y entre eso, la casa y el carnet de las narices, soy incapaz de aparecer por aquí. Por decirlo de alguna manera: Ani ha decidido que necesita a su mami en casa y a su papi el calvo donde pueda verlo cerca (yo que sé, será desde el ombligo) y el poco tiempo que no estoy con ellas o con las cosas de la casa, estoy en la autoescuela o en el PC haciendo tests, y me jode, porque me encantaría poder comentaros como os merecéis. Estoy deseando saber que todo os va bien.
Sea como sea, el 27 tengo el examen teórico, que voy super empollado, y después tendré unos días para poder respirar, al menos, así que para finales de mes estaré de nuevo dandoos la brasa en vuestros blogs. Así que ná, no os habéis librado de mí ni de mis caóticas actualizaciones.

Un fuerte abrazo, perdón por la desaparición y, una vez más, muchísimas gracias por las palabras que me dedicasteis la anterior entrada, sois la leche.


jueves, 1 de septiembre de 2011

The man who makes the world.

No, no voy a hablar de Christian Dior, aún no estoy taaan modernizado. Y vale, puede que me haya saltado un poco a la torera los tiempos verbales y demás, pero por mucho que llore la vecina, las palabras no son más que lo que nosotros hacemos de ellas y ¡qué leches! Me gusta cómo suena el título: The man who makes the world. Así, en present perfect. A lo loco.Tiene un rollito la mar de majo.
Aish...
Eso sí, antes de empezar y para que luego no me acuséis de "ná", esta es una de esas entradas que entran de lleno en lo que yo llamo personalmente "entradas 'y-a-mí-que-leches-me-importa'", Y sí, lo mismo se os hace pesada, ñoña y os importa tres mierdas lo que os cuento, pero... ¡Eh! ¡Es bonito ompartir! Luego no digáis que no os he avisado, eh?
Pues al lío: 

Ups, antes que nada, cancioncilla de Cat Stevens: Father & Son. Cultura musical en estado puro.


The Man Who Makes the World.

Hola.
Me llamo Rafa.
Tengo 33 años. 
("Pero mira que eres pesado, copón", chilla alguien al fondo)
Ayer vi por primera vez a la gambita en 3D.
Y hoy he dado mi primera clase teórica para el carnet de conducir. Del B, que lo único que tengo de camionero es la camiseta de tirantes en invierno y cierto gusto inquietante hacia el olor a gasofa y a goma quemada.
Aunque tampoco es que sea importante, porque no os voy a hablar de ello. Esto no va de clases de conducir ni de ecografías 4D, que anda que no son caras ni nada.
No. 
Esto va de construir el mundo día a día –o segundo a segundo si sois alumnos de Lobsang–, y de lo que te encuentras al echar la vista atrás cuando de repente, en uno de esos diminutos lapsos de tiempo, decides hacer recuento.
Uhm... ¿soy yo o esto empieza a parecer la letra de una vieja canción de blues? Esperad que saco a Gary Moore y BB King de la lista de reproducción... Perfecto.
Todo ha empezado esta mañana, cuando esperando al autobús y aprovechando el móvil nuevo –Como diría el Sargento Keroro: no habéis escuchado música de verdad si no habéis oído una buena canción con unos auriculares de silicona–, he empezado a escuchar una vieja canción de Cat Stevens. Father & Son, para más señas. El caso es que ahí estaba yo, con mis 33 años, la sensación de ver a la pequeña Ana en la pantalla del ecógrafo aún latente y los nervios de volver al cole, o bueno, a la autoescuela; cuando el bueno de Gato Esteban ha empezado a cantar aquello de "It´s not time to make a change, just relax, take it easy. You´re still young, that´s your fault, there´s so much you have to know" con su voz de tipo majo y achuchable. Sin poder evitarlo recordé aquella decisión de marcharme de casa hace ya casi una década, la discusión con mi padre, decidido a buscar mi futuro junto a una persona que, como yo, iba un poco a la aventura.
Interesante.
Y pensando y recordando he viajado aún más hacia el pasado, a una década antes de esa década anterior, y ya van dos, cuando yo apenas tenía trece añillos y, cubierto por una chupa de cuero y unos vaqueros desgastado, portada viviente de la novela de rebeldes, me sentaba junto a mi colega Gonso y cantábamos a dúo las palabras de Cat Stevens. Dos sombras gatunas en un rompeolas debidamente reformado en Cádiz, a los pies de un pirulí de telefónica aún en obras, sobre un acantilado que ahora es una bonita rampa de piedra domada, pero que por aquel entonces no era más que tierra y espuma de mar rebelde, verde natural que peleaba por sobrevivir y rocas que velaban la entrada a unas cuevas de Marimoco que tienen tanto de antiguas como de misteriosas desconocidas, pues no hay mayor intriga que la del enigma que encuentras en el patio de tu propia casa.
Coño. 
Estoy poético.
Veinte años me separan de ese par de amigos que cantaban en plena adolescencia un diálogo entre padre e hijo, un diálogo que apenas comprendían. Veinte añazos, pero recuerdo como si fuera ayer la amistad que nos unía, el olor a cuero y a camiseta recuperada de lo alto del armario de una madre preocupada por las pintas de sus hijos, sueños de futuro, ambición de libertad y, sobre todas las cosas, recuerdo el amor que ambos compartíamos hacia las palabras y la música, un amor escondido bajo la chupa, quizá, pero AMOR, así, en mayúsculas. 
Bonitos recuerdos. 
Han pasado veinte años, dos décadas en las que ha habido de todo, o bueno, o casi todo. Un casi todo que me lleva hasta este hoy de ahora, y que, viendo como veo el inicio de una nueva vida llena de esperanzas y nuevos sueños, de broncas y peleas con la gambita, de risas azoradas y orgullo oculto a duras penas; me piden que les de ese cierre que merecen. He de lacrar con un guiño dos décadas enteras de mi vida, quizá un poco más, y todavía no sé muy bien por qué. ¿Tal vez porque sea lo justo cuando creces o puede, más bien, que aún tenga frescas las palabras que leí ayer en una de las novelas de john Scalzi y quiera rendirles un pequeño tributo? Me perdonaréis que no escriba las palabras al pie de la letra, me da pereza subir a buscar el libro, pero básicamente viene a decir: "Iba a empezar una vida nueva, o eso creía yo, así que decidí despedirme de la vieja. En esos años fui alejándome de todo. Pedí perdón por cosas que hacía años que habían dejado de importarme, arreglé problemas que ni siquiera recordaba que me hubiesen afectado e hice el amor con alguien con quien, sinceramente, habría preferido no hacerlo. No tiene sentido dejar cuentas pendientes cuando tienes pensado no volver jamás". 
Todo un monstruo el colega Scalzi.
Pero no dejo de enrollarme y me estoy viendo que al final terminaré soltando alguna chorrada ya pre-escrita y enlatada, lista para su utilización en entrevistas de semanario y programa cutre -¿los hay de otro tipo?- de televisión. Algo del estilo de "y al llegar aquí veo que no me arrepiento de nada porque mis errores me han convertido en quien soy" o alguna otra soplapollez semejante. 
Buf.
¿Seré capaz?
Dejadme que coja aire... 
...porque... 
...no me arrepiento...
..¿De nada?
¡¡Anda ya!! Hay que ser muy hijoputa o muy buena persona para decir esto sin que se te caiga la cara de vergüenza, y desengañémonos: yo no tengo cara de buena persona. Porque sí, está bien que no te arrepientas de haber sufrido, de que te hayan puteado o de haber sido un lento de narices y haber perdido una oportunidad, sea laboral o de lo que sea. ¿Pero qué hay de las veces que fueron otros los que salieron perjudicados por tus actos? ¿También hay que "no arrepentirse" de eso para ser chachi y estar a la altura del "gracias a eso soy como soy"? Porque sinceramente, de esas cosas sí que me arrepiento, y mucho. No es que haya sido especialmente mala persona, pero hay veces en las que los rostros y los nombres de aquellas personas que, sin saberlo o queriendo, sufrieron por mi culpa, se me aparecen y me martirizan al más puro estilo fantasmas de Charles Dickens, aunque eso sí, sin Navidad por la mañana y sin viajar en el tiempo.
Se ve que el presupuesto no da para tanto. Je. 
Belén, Noelia, Rocío, Pajarito, Miriam, David, Copi, Marta... Son nombres de un pasado que, aunque en su gran mayoría he tenido la suerte de poder excusarme con ellos, siguen apareciéndose como un recordatorio, como una imagen kármica si lo preferís, como una demostración de que por mucho que día a día estéis construyendo vuestro propio mundo, al mismo tiempo estáis colaborando en construir el mundo de muchas otras personas.
Veinte años han pasado, una nueva vida llega al mundo y con ella se inicia una nueva vida para mí. ¿Mi único objetivo? Que dentro de veinte años siga recordando exactamente los mismos nombres en las horas negras de la noche: Que no haya ni uno más. No quiero fama, dinero ni pelo (ya lo tengo asumido). Sólo quiero, en el futuro, haber sido el hombre que, aunque sólo sea un poquito y de lejos, casi a escondidas, ayudó con una sonrisa a construir los mundos de muchas otras personas y no a destruirlos ni a hacer de ellos un lugar infeliz. 
The man who makes the world... Sí, sin duda es un buen título después de todo. Aunque falle en los tiempos verbales y demás, ¿a quién le importa? Después de todo, el mundo, como las palabras, no es ni más ni menos que lo que nosotros hacemos de él.

¡Buen karma!