lunes, 4 de abril de 2011

¿Quieres inspiración? ¡Adopta un gato!

Puede parecer tonto, pero va en serio: Si quieres inspiración, adopta un gato, y si quieres que el café esté dulce, échale azúcar.

Tengo un gatito blanco, una preciosisdad con sus ojillos azules, y tiene... pues de siete a ocho años, más o menos. No tengo muy seguro exactamente cuándo llegó a casa, pero creo que fue allá por el 2oo3, cuando llegamos a Ciudad real, vaya. Una época estupenda para las mejores y las peores cosas, o eso creo. Es una gatita blanca, preciosa, muy en su línea y completita a más no poder con sus cuatro patitas, sus dos orejitas, su hociquito, sus dos ojitos, su rabillo... lo que se dice una gata “full equiped”, y el nombre... es bastante friki: Chihiro. Sería bonito decir que se llama así por la película de Hayao Miyazaki, o por un bonito juego de palabras entre Chihiro (fantasma) y Shiro (blanca) pero estaría mintiendo. Se llama Chihiro porque mi mujer quiso, y no hubo más que hablar.
De pequeñita era un puntazo. Un puntazo que en ocasiones querías estrangular, pero puntazo al fin y al cabo. Las primeras semanas no controlaba sus uñitas, y yo llegaba siempre al trabajo plagado de arañazos y bueno... ¿Queréis reiros? Probad a llevar las páginas de sucesos a la directora con los antebrazos llenos de cortes y de arañazos. Había veces en las que la jefa me miraba como si estuviera planteándose llamar a la policía o hacerme un análisis de ADN in situ. Cuando se le pasó la manía de arañar (al gato, no la directora) le dio por explorar la casa. Por aquella época yo trabajaba dibujando en casa con un estuche de rottrings que utilizaban una tinta china especialmente espesa. Pronto quedó claro que:
a) La tinta china tiene una base de calamar y huele a pescado.
b) A mi gato le gusta el pescado.
c) La tinta china es casi imposible de quitar de los sofás, las cortinas, el suelo y la colcha de la cama.
d) Si queréis hacerle un tatuaje a vuestro gato, sólo tenéis que pintarlo con tinta china. Dura meses.

Y así vinieron otras trastadas, como el día en que se comió al niño Jesús del Belén de plástico de casa, la época en la que el no va más era tirar los vasos de café al suelo, el año que le dio por comerse los chivatos de los paquetes de tabaco, la moda de cazarme los pies cuando iba por el pasillo a oscuras o, la mejor de todas y muy reciente, cuando le entró la vocación de internauta y no hacía más que subirse al teclado cuando yo no estaba presente y teclear con furia para que la pantalla del monitor se encendiera e hiciera bonito. Todo esto se tradujo en un montón de emails enviados con mensajes indescifrables, contactos del msn cabreados pensando que se me iba la pinza por escribir raro y varios cambios de las opciones de carpeta que, ni a día de hoy, he podido restablecer.

Ahora el tiempo ha pasado y la pobre está viejuna. Sigue siendo su sitio favorito el respaldo de mi butaca al trabajar en photoshop o flash, y directamente mi hombro izquierdo cuando escribo, como por ejemplo ahora, donde se tumba relajada a ver pasar las horas y esculcarse el pelaje.
Y aunque ya no es un gatito y tiende a clavar las uñas y a babear más de lo que me gustaría (tampoco mucho, es un gato, no un San bernardo) siempre he pensado que es desde ese sitio privilegiado en mi hombro desde donde, sabia como saben serlo los gatos, me invoca para mí la inspiración. ¿Una locura? Pues claro, quién dijo que yo estuviera cuerdo, pero no soy el único loco. Y si no pensadlo bien, los gatos han estado tan presentes en el arte que es casi una parte de su felina naturaleza. No voy a enrollarme con los egipcios y sus paranoisas fetichistas con todo eso de que los gatos eran semi dioses, pero si os pido que le echéis un ojo a la literatura.
Es en Alicia en el país de las Maravillas donde Lewis Carroll pinta al más famosos de los gatos y su sonrisa enigmática; Jim Butcher también lo elige como mascota, al igual que Githa Ogg, la simpática bruja de Terry Prattchet; Los aristogatos fue una rebelión en su momento, y nadie ha oído hablar del perro con botas, ¿verdad? Como tampoco fue un perro quien acabó el cuento de la Ratita presumida (presumida y un poco gilipollas, todo hay que decirlo). Canción de Cazarabos, de Tadd Williams, es un canto entrañable y aventurero a estos pequeños animales, perennes en las obras del choricillo de Shakespeare y de otros inmortales como Plauto, Safo de Lesbos e incluso Christopher Moore: ¿Quién no adora a Chet, el gato enorme de los vampiros de San Francisco?
Pero no sólo de libros viven estos simpáticos animalillos: tienen su propio movimiento musical: el Cat Jazz, cientos y cientos de canciones: Alleycat, Los gatos lo sabrán, Blue sad cat e incluso grupos en su nombre: gatos locos, Wild cats... En la pintura, son un icono importante, como demuestra la Tourne du chat noire, e incluso en la arquitectura monumental, como demuestra la ciudad de Egipto. Son famosos en el cine y la televisión, y hasta en la gastronomía tienen su elemento, cono esas deliciosas lenguas de gato o el magnífico restaurante El callejón de los gatos, de Albacete.
Por ello, os lo digo en serio: si queréis inspiración, adoptad un gato. Sus locuras os darán la chispa, horas de conversación y un montón de trabajo extra, es verdad, pero no os extrañe que, en su compañía, las historias se agolpen en vuestra cabeza, haciendo cola por salir, invocadas por un maullido tan tenue como musical.
Y por Dios, adoptad, no los compréis. Es tonto pensar que el mero hecho de pagar por ellos os convertirá en sus dueños, pues a la larga seréis, como mucho, esas enormes y torpes criaturas a las que, inexplicablemente, han decidido regalar con su cariño.

5 comentarios:

  1. XD LOS GATOS SON LA LECHE.

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  2. ¿Y lo que adoras a Chihiro a pesar de las "putadas" que os hace qué eh? :), la verdad es que a lo largo de la historia los gatos siempre han sido algo atrayente y misterioso (que me lo digan a mí que me encanta ver a la parejita de gatos que se esperan en la ventana en Pinar del Rey). Y si te sirve de inspiración, pues mejor que mejor oye.
    Me hace mucha gracia que se comiera al niño Jesús jejeje... Pobre...

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  3. Yo en vez de adoptar un gato, es la gata de Jorge la que me ha adoptado a mi!! jejeje

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  4. Jajaja, muy buena la historia de tu gato (y entrañable) se nota que le tienes mucho cariño. Por cierto, mi mujer también me mira cuando leo tu blog de cocina, a ver si aprendo a hacer algo que no sean hamburguesas. Un abrazo.

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  5. Chihiro es la mejor! aunque se de morrazos pobrecita :D

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