miércoles, 30 de noviembre de 2011

Premio y recuerdillos del pasado.

Pues sí, resulta que Ana, del blog de ratones y mujeres, vio a bien hace un tiempito darme un premio -vaya usted a saber qué extraño bicho le picaría para decidir tal cosa, pero fijo que era venenoso- y como me hace un montón de ilusión, pues aprovecho y lo subo, no sin antes animaros a pasaros por su blog y echarle un ojo, que fijo que pasais un buen rato.



El premio va con truqui: tres frases verdaderas sobre uno mismo y tres falsas, sin especificar cuales, claro. Y tres nominaciones que, en esta ocasión, me las voy a reservar, luego os explico por qué.
 Ahí van mis frases:

Uhm...

--En un carnaval tuve un pequeño encontronazo con unos legionarios que terminó conmigo encima de un coche y doce tíos dándome de bofetadas mientras le decían a Eva que "tranqui, no iban a matarme". Poco después estábamos todos de fiesta por el centro, tan amigos.

--Necesito tener lo último en tecnología, si no, me siento desnudo.

--Eva y yo estuvimos juntos en el jardín de infancia, y por si esto fuera poco, mi padre firmó su certificado de nacimiento.

--Hace un año estuve a punto de morir ahogado por culpa del maldito garrafón. Me salvó la vida el monje de piedra que adorna el frontal de la discoteca.

--El mejor día de mi vida fue cuando mi padre me consiguió una camiseta firmada de Emilio Butragueño.

--Desde siempre me ha gustado el esoterismo y eso. Una vez, de pequeño, haciendo espiritismo, nos salió un bicho que decía ser el padre de Elvis, pero al final se enfadaron mis colegas conmigo porque decían que era yo quien movía la moneda.

  Ale, qué de chorradas juntas. ¡¡Hagan sus apuestas!!

  Y bueno... como decía, voy a guardarme las nominaciones para tres personas que, fijo, fijo, me leen desde el cielo. Mis abuelos y mi tía María, que por si alguien lo duda, ellos sí que eran puro corazón.

  Pero claro, las cosas no vienen porque sí, al pelo, y el motivo de esta dedicatoria empezó en noviembre, con la llegada de mi cuñado a lomos (bue, vale, en la cabina) de una furgoneta con todos mi recuerdos de juventud y muchos más de la de Eva: Mi tabla de surf, que ahora aquí, en Ciudad Real, se siente un poquito nostálgica de las olas que en las mareas de Santiago navegábamos en los viejos tiempos; mi colección de espadas con ese armatoste de madera que me construí para disfrazarme de Gatsu, un personaje de tebeos para mi primer salón del manga de Barna (antes de la edición de Berserk por parte de mangaline, siempre fui un niño que se adelantaba a su tiempo); libros, cómics y mangas; los viejos juegos de spectrum, papeles y más papeles emborronados con mis primeros dibujos...
  Y por encima de todo esto, brillando con luz propia... La Fuente.

  La historia de La Fuente es larga, aunque supongo que, como todo en esta vida, podría resumirse con un poquito de esfuerzo. Todo empezó hace muchos, pero muchos muchos años, en Cádiz. Por aquel entonces yo no había nacido, y no, ninguno de vosotros tampoco. Mi abuelo era por aquel entonces apenas un chaval, y mi abuela, siempre muy señorita ella, acababa de celebrar su puesta de largo con más pena que gloria porque las cosas por aquel entonces no daban para mucho, y eso que lo peor aún estaba por empezar. Quiso la fortuna, que es muy sabia y muy cachonda, que el chaval y la señorita se conocieran, y que se gustaran y que empezara el cortejo, que por aquel entonces se hacía a duras penas con carabina y sujetavelas, con bailes disimulados y mucho, mucho guiño picarón.
  Y tras el cortejo, como no podía ser menos, el chaval y la señorita se casaron, sólo que el chaval no era tan chaval, aunque eso sí, la señorita no perdió ni ápice de elegancia. Él empezó su andadura y terminó teniendo sus negocios en Cádiz, pasando de sumar números en el banco a trabajar con el comercio en sus bares. Luego vinieron años duros, no voy a contaros, y mientras unos mataban por hablar tu voz en alto, otros te mataban por llevar una cruz donde deberías llevar el puño.
  Y a pesar de todo, la pareja perduró.
  Vinieron años menos duros y más descansados, y vinieron los niños, los primeros muertos, eran otros tiempos, pero luego fueron tres, y los tres perduraron. Y entonces, cuando Cádiz no era más que tierra y una muralla en la lejanía, en un sitio en el que ahora hay rascacielos pero entonces era campo, mi abuelo compró la fuente y la colocó, como siempre había soñado, en un pequeño chalet de Alonso Cano que ahora es un bloque de viviendas y una sucursal de Bankia.
  La fuente fue un poco de todo. Macetero y escondite de estraperlo cuando las cosas aún eran duras, baño de pajarillos y gamberrada para el gato con las niñas ya crecidas, tiesto inutil y, por supuesto, fuente. Pero sobre todo fue La Fuente, esos vasos que, montados uno sobre otros, sujetaban a esa sirenita de la que guardo recuerdos desde el mismo día en el que yo, testigo recién nacido de una historia que ya era centenaria, vine al mundo.
  Son pocos los recuerdos que guardo de mi abuelo, pues quiso la tragedia que nos abandonara cuando yo apenas tenía cinco años de edad, pero guardo en mi recuerdo varias imágenes de él peleando con sus rosales, bregando con la fuente en la que había plantado campanillas y rosas, y sentado tras su enorme bigote blanco con un cigarrillo en los labios, una copa de coñac en la mesa y su impecable traje crema que no le importaba arrugar para darnos una caricia a los nietos o hacernos un dibujo con el que alegrarnos las largas tardes de verano en el chalet.
  Es curioso. Cuando murió mi abuelo (o mejor dicho, los días previos al desenlace), mis padres tuvieron a bien dejarme unos días con la otra parte de la familia, mi tía María y mi tío Pepe, un matrimonio encantador que me acogieron con muchísimo cariño esa semana trágica que casi he olvidado. Mi tía María fue un gran descubrimiento, y con el tiempo se convirtió, sin lugar a dudas, en mi tía favorita. A veces la molestaba en casa yendo al baño por el botellón que celebraba en la plaza de delante, y los sábados iba con Eva a comer chuletón y llevarnos de regalo esas ya famosas mil pesetas "para tus cosas" gracias a la que sobreviví gran parte de mi recién abandonada adolescencia. Mi tía siempre reía, siempre me comprendía, siempre me miraba como si, realmente, estuviera orgullosa de algo que yo, honestamente, nunca tuve conciencia de haber logrado.
  Ayer por la mañana, mi tía decidió que ya había vivido demasiado en este mundo y llegó a la conclusión de que había llegado el momento de partir después de casi noventa años de vida plena.
  Hoy por la mañana he ido a comprar la bañera cambiador para Anita, y al despedirnos de Silvia (gracias por llevarnos, nena, eres un encanto. A ver si me dan ya el carnet...), no he podido evitar mirar la fuente que hemos montado en la puerta de entrada a la espera de comprar tierra y sembrarla de petunias y campanillas, rosas en miniatura y tal vez tapizada irlandesa.


  Y me he acordado de mi abuelo y su fuente. De mi abuela cuando, al llegar al chalet, acariciaba a la sirenita con una sonrisa de nostalgia. De los chispeantes ojos de mi tía mirando a Eva y diciéndome "Esta es buena para ti".
 Y por raro que parezca me he puesto contento.
  Es por eso, por la alegría que me dieron en la infancia, por los regalos que siguen dándome a día de hoy, por todas esas cosas que, aún sin estar, van a darle a mi hija, usándome a mí de humilde mensajero, por lo que reservo para ellos este premio, porque sí que fueron, sí que son, todo corazón.


Besos para todos y gracias por dejarme ser libre escribiendo ^_~

martes, 29 de noviembre de 2011

El regreso de un hombre calvo.

  Coño, qué frío hace.
  ...
  De acuerdo, como primer pensamiento después de tanto tiempo casi que no es gran cosa que digamos pero... ¿qué queréis? Estoy desentrenado.
  Así, resumiendo, han sido unos días... uhm... ¿semanas? ¿meses? Bue, lo que sea, ha sido un tiempo la mar de completito: En primer lugar Ana se dio finalmente a conocer en una ecografía estrella en la que -tras unos meses de casta decencia y de escondernos el género como si le fuera la vida en ello, que teníamos al ginecólogo en plan "es niña. No, espera, es niño. No, no, no, es niña, niña. Noooo quiero decir... niño. No, espera, eh... ¿eso es una chancla?"-, la gambita se nos puso en pose en la más pura tradición portada Playboy y el ginecólogo soltó un "No, sí, ya seguro: es niña-niña".

  Y afortunadamente todo bien: Eva ha seguido cuidándose y está la mar de guapa, la gambita creciendo y, cabe la posibilidad, al final se nos adelantará para finales de diciembre. Y guay, ya tengo ganas de tomarme las uvas cambiando pañales jejeje (y ya tendré tiempo de hartarme, lo sé, lo sé).

¿Más cosas? Pues sí: la mayoría de las editoriales han vuelto a abrir las puertas y he enviado novelas de nuevo a ver si la niña viene con un contrato, aunque sea de tirada baja (cruzo los dedos, cruzo los dedos), pero claro, entre eso, la casa, vaciar el jardín, cortar la puñetera hiedra (reiros, reiros, pero hay una gesta dividida en tres volúmenes de los enfrentamientos entre las hordas ingentes de la hiedra y el que suscribe. Podéis encontrarlos en la biblioteca de Miskatonic bajo el nombre de "Hyaêterhea: Crónicas de la batalla de la reina hiedra y el guerrero bobo"), las correcciones, las visitas, los médicos de Eva, los míoa (que me volvieron a abrir la encía para meterme otro tornillo... Ahora me hacen una radiografía y parezco la portada de terminator 2), y más cosas que no me acuerdo, he estado más liado que la pata un romano.
Aunque eso sí, me han encantado los mensajes de "ánimo" y "vuelve". En serio, sois la leche y en los momentillos bajos me han hecho ser muuu feliz. Por no hablar de ese peazo premio de Ana, que aunque tarde, agradezco de corazón (nunca mejor dicho), y prometo actualizar con él en la próxima entrada; o cierto mail majismo con una gran noticia que recibí (ánimo, Rebeca).

  De todas formas, lo que de verdad me ha chupado el tiempo, con perdón de la gambita y la madre, eso ha sido el tema...

 ¡¡CARNET DE CONDUCIR!!  

  Y es que así, entre nosotros y en bajito... ¡¡Me cago en la DGT!! Brrrr... qué poca vergüenza, por Dios... Porque resulta que yo me las pintaba muy felices cuando empecé este calvario: estudié mucho, fui a clases, me calé los tests a pares y cuando finalmente fui a examen, me saqué el teórica a la primera, cero fallos y en tres semanas.
Guay.
Porque bueno... aprobar el práctico no podía ser demasiado difícil, ¿no? Quiero decir, sabiendo conducir bien, con cuidado, sin dar muchos tirones, respetando las señales, haciendo los stops y eso se debería aprobar, ¿no?
Jajaja...
¡¡Los cojones!!
Porque resulta que no, amiguitos y amiguitas que aún no tengáis el carnet de conducir: Lo importante no es siempre saber conducir bien, ni tener observación, ni siquiera terminar el examen sin haber atropellado a nadie.
No.
Lamentablemente, en ocasiones lo importante es, simple y llanamente, haber renovado licencia. Porque si no es así, por favor, que me expliquen por qué en la segunda convocatoria (vale, en la primera casi me llevo por delante un coche de los locales, pero eso es otra historia, ejem, ejem, ¿por dónde iba? ah, sí...) Pues eso, que me explique alguien por qué en la segunda convocatoria, después de conducir como si llevara una cesta de huevos en el techo, coger las curvas del centro en primera porque esto es tirando a chiquitico y en segunda el coche se embala al levantar embrague y el instructor pasa miedito, después de frenar delante de cada puñetero paso de peatones escondido tras una furgoneta, un matorral o una señora grande con carrito de la compra haciendo auto-stop. Después de darle palique al instructor y ver cómo se comía con los ojos a mi compañera. Después, en fin, de hacerlo de puta madre, me viene el coleguita del boli y me salta que no, que estoy suspendido porque me arrimo mucho a la derecha (ah, jodida democracia...) y no puedo permitirme perder el control del coche en las curvas a tanta velocidad.
¡¿Perder el control en las curvas a tanta velocidad?!
¡Si las pillé en primera! ¡¡A freno motor puro, que eso ya rascaba y hacía ruiditos raros, como de batidoras follando..!!
Muy duro. Obviamente le dije que la única forma de ir más lento en las curvas era bajarme y empujar el coche con el freno de mano puesto, pero nada, me comí el suspenso y tuve que renovar licencia: 200 pavos más para las arcas de este gobierno que al fín se pira. Doscientos euros más para invertir a toda prisa en anuncios de pezqueñines, de pescado congelado, de hombres malos y de niños que se recomiendan pastillas, de botellones absurdos y de mujeres maltratadas, eso sí, todos con el sello del ministerio mientras a mi mujer le siguen bajando el sueldo, yo no encuentro curro y los secretarios de estado se pulen cinco millones de finiquito por su gran trabajo estos años.
Me quema.
Pero es lo que toca. En fin. ¿La buena noticia? Pues sí, aprobé a la tercera. Aún estoy a la espera de recibir mi carnet provisional, aunque ya me han dado la L, que según mi amiga significa "Learning" pero yo creo que es más bien por Looser, o por Lerdo, que es como me siento cada vez que pienso en lo poquito que podemos hacer los ciudadanos de a pie para cambiar las cosas.
Eso sí: ahora mismo me siento increíblemente bien, pues como me dijo mi hermano: "No te voy a decir que aprobar el práctico es lo mejor que te pasa en tu vida porque estás a punto de tener una hija, pero... Es lo mejor que te puede pasar en la vida". Jejeje, qué exagerao es el puñetero, aunque eso sí, da subidón.

Y ahora ya, para terminar: os dejo con foto de la L, el coche nuevo y, ya que estamos, el conductor nuevo. Si veis a este hombre por la autopista, llamad a la poli, que es peligroso, y no intentéis hablar con él, que lo mismo se os adoba.
Muchos abrazos y gracias por seguir por aquí. Es un placer volver a casa ^___^.